1/8/09

uno

Miró al espejo y no se reconoció en él. ¿Cuánto tiempo había pasado? Sus rasgos ya no eran redondeados y suaves... Ya no reflejaban la inocencia y felicidad de una nena; podía distinguir marcas y pequeñas cicatrices. Era conciente de su edad, por supuesto, y si bien recordaba los cambios sufridos al crecer, durante el proceso no había logrado detenerse a observar profundamente cada pequeño detalle de su nuevo cuerpo a medida que éste iba apareciendo. Tocó su cara tratando de reconocer cada parte de ella, palpando sus pómulos y bajando hasta las comisuras de su boca, mordiéndose el labio inferior con incredulidad. Esa madrugada, sus dieciocho años le cayeron encima.



Y así, es como esta historia empezó...